domingo, 7 de noviembre de 2010

NOTA PUBLICADA EN DIARIO PERFIL

sociedad


resisten el boom inmobiliario


Crecen los grupos “antitorres” en los barrios de Buenos Aires


Hay más de 15 organizaciones vecinales. Se quejan porque los barrios cambian “para mal”, pierden identidad y colapsan los servicios públicos.


Por Gustavo Ajzenman



En acción. Representantes de las ONG Proteger Barracas, SOS Caballito, San Telmo Preserva, Salvar a Floresta, Salvemos Villa Urquiza y Basta de Demoler en San Telmo.


“No queremos que nuestro barrio pierda su identidad”, se quejan casi a coro los representantes de las agrupaciones vecinales que se oponen al boom inmobiliario, desde hace más de cinco años. SOS Caballito, Vecinos por las Casas Bajas, San Telmo Preserva y Proteger Barracas son sólo algunas de las que proliferaron casi tan rápido como los edificios contra los que luchan.


Mientras que muchos desarrolladores consideran que la construcción en altura representa el progreso, los vecinos temen que el patrimonio, la tranquilidad e incluso la estabilidad infraestructural de sus barrios se pierdan por la especulación inmobiliaria.


El origen de estas agrupaciones puede rastrearse tras la recuperación económica luego de 2003, cuando, ante la falta de opciones, muchos inversores y desarrolladores se volcaron a los ladrillos.

“En realidad, no hubo un aumento importante en la cantidad de metros construidos con respecto a otros años. La diferencia es que toda la actividad se concentró en cuatro barrios

”, explica Germán Gómez Picasso, director de Reporte Inmobiliario.

Carlos “Lito” Grisafi es canillita y conoce Villa Urquiza como pocos. Desde su quiosco en Monroe y Triunvirato, vio cómo los edificios fueron barriendo las casas con jardín de lo que alguna vez fue una zona residencial. Aunque admite que el aumento en la cantidad de habitantes lo beneficia económicamente, comenzó a militar en Salvemos Villa Urquiza (SVU), motivado por la pérdida de calidad de vida que, para él, traen los nuevos edificios para los viejos residentes. “Antes eran todas casitas bajas, había luz y aire, pero ahora se está transformando en un barrio triste, gris”, se lamenta.

El movimiento, que congrega a otras agrupaciones como Juntos por Urquiza y SOS Parque Chas, tomó mayor impulso a partir del derrumbe del gimnasio que causó tres muertes hace tres meses, por problemas infraestructurales de una construcción contigua. Con léxico de arquitecto, que admite que tuvo que aprender a la fuerza, Lito asegura que la agrupación cuenta con 4.500 firmas para pedir el cambio de zonificación y que no se pueda construir más de nueve metros de alto en algunas zonas de Villa Urquiza.

Otra de las quejas que se repiten se relaciona con la incapacidad del barrio de absorber nuevos vecinos: “La infraestructura no alcanza, el agua tiene menos presión y el gas viene más diluido”, se queja Susana Gutman, miembro de SOS Caballito. Gustavo Desplats, presidente de la ONG Proto Comuna Caballito, otra de las agrupaciones que se disputan la iniciativa en la lucha contra las moles de hormigón, explica: “Antes, en una manzana vivían 600 personas, hoy vive el doble”.

Aunque todas las organizaciones cuentan con abogados y arquitectos, Basta de Demoler, una de las más importantes que abarca muchos barrios, está comandada por un músico. “Viví dos años en Alemania y cuando volví me di cuenta de que la ciudad había cambiado”, se queja Santiago Pusso, presidente de la ONG. Director coral de profesión, militó en Vida Silvestre y en la Fundación Ciudad y apoya el leitmotiv de la organización: la defensa del patrimonio. “Se demuelen construcciones con valor patrimonial de forma clandestina, total, la multa no llega a los 10 mil pesos”, denuncia.

Los vecinos apuntan sus reclamos a la Subsecretaría de Planeamiento Urbano y a la acción del Consejo Asesor de Asuntos Patrimoniales (CAAP), ente que autoriza las demoliciones de edificios antiguos. “Como está compuesto por la coorporación de constructores, desestiman la mayor parte de los casos. Por eso, queremos que el consejo tenga participación vecinal”, reclamo Pusso.

Según el subsecretario de Planeamiento Urbano porteño, Héctor Lostri, todas las construcciones se realizan de acuerdo al marco legal. “Es muy difícil hablarle con racionalidad a la gente que está angustiada”, se queja y agrega: “Cuando empezamos en diciembre de 2007, había 1.200 edificios históricos protegidos y ahora estamos arriba de los 12 mil”.

El creador de Le Parc quiere que haya más edificios

“Los edificios altos no son el enemigo, los de mala calidad y diseño, sí”, opina Mario Roberto Alvarez, la mente detrás de muchos de los edificios más emblemáticos de la Ciudad. El creador del Teatro San Martín, la Torre Le Parc y el edificio Somisa, entre muchos otros, considera que el futuro de las ciudades será el crecimiento en altura.

“El suelo donde se apoyan los edificios es un recurso no renovable. Entonces, ¿cuál es la respuesta? ¿Seguimos depredando el planeta, haciendo crecer inconmensurablemente las ciudades o le ponemos coto aprovechando el suelo ya edificado, renovándolo”, se pregunta. Por eso, entiende que la manera de construir de forma ecológica y sustentable es hacia arriba.

El arquitecto opina que es necesario definir políticas que tiendan a proteger el patrimonio. “Hay que conservar los edificios cuando realmente son históricos y además que su sustentabilidad esté asegurada”, explica. Pero aclara: “Es necesario demoler para generar renovación urbana. Existen innumerables ejemplos de edificios abominables, tanto en los bajos como en las torres, donde la calidad de vida que plantean es imposible; a veces, con patios de aireluz que son verdaderas tumbas”.

Según Alvarez, no existe una alternativa para el desarrollo de las grandes urbes que no incluya la construcción en altura y las torres. “Hay que observar las políticas urbanas aplicadas en Londres. Inglaterra es uno de los países más conservadores del mundo y la decisión ha sido densificarla”, compara.

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